17 March, 2008

Olas


Cosas inconclusas, van quedando en nuestra mente inconclusa, pedazos de palabras que no se dice, todas ellas quedaron inconclusas, asi es el recuerdo: el arte de las cosas inconclusas.


Vagando nuevamente por la playa, me encontré conmigo mismo. Lucia una cara desolada de tanto ayer, sangraba por la pluma escribidora, cansada de tanto llorar. No era sola la expresión de mi rostro la que me turbaba de sobremanera, también lo hacía el tumbao' funesto de mis pasos, sobrecogidos por la marea que cargaba en los ojos; las noches, las luces, los colirios y alcatraces no habián sido suficientes.


Haciéndome el tonto, lo saludé sin que me viera la cara, no quería asustarme al verme reflejado en la arena, sería como sentir en carne propia y literal, la paradoja que es vivir día a día de la misma manera, esta, no otra. Me estreché la mano con tal candidez que me hizo sentir que lo que hacia era incorrecto: me alejé


Ahora las caras eran similares, al fin y al cabo eramos lo mismo, era él y yo la misma mierda con distinto olor, eramos parte de la ironía que es volverme loco de recuerdos, sentir el quijotesco afán de hacer vida lo que de papel es. Querer enajenarme conmigo mismo hacia lo que en sentido estricto sólo es locura. sí, eso quería.


Mi rostro no distaba mucho de la extraña expresión del suyo. Solía ser así, solía tener ese aspecto de rabia/pena en los ojos, el mismo color gris de los pasos, como se dice. Estaba a unos metros vagos de él, no quería perderlo de vista ni un instante. Siempre soñé con desdoblarme y encontrarme en el arte de los pasos y los años, como se dice.


Se me acercó, me le acerqué. Los corazones latían inmóviles y frenéticos a la vez, se sentía el jadeo del miedo al ocaso de la historia: la muerte. Su rostro ya no lucía una expresión vaga, sino ahora lucía una expresión familiar: era la expresión frenética, el deseo oculto en los placeres estéticos de la escritura, el ansia de algo liberador, un hambre que sólo se saciaría con el ocaso de alguien: yo, en este caso.


Sentí esa rica sensación de placer/tortura, que se siente en el patíbulo, frente a la horca, pero no, no debía ser así. Él tomó mi cuello como se abraza al viento. Vi por primera vez mi risa, reflejada en otros labios, una ansia de felicidad, que en el pretérito, mi pretérito, sólo era una ilusión, sueños.


Yo desfallecía, él se encendía. Mi rubor, su rubor, ya no significaban nada mientras yo hacía mi epílogo en la arena. El aire ya no era necesario, sólo quería las olas...


Lo tomé y lo arrojé con gusto al mar, él siempre lo quiso así. Soñó siempre con encontrarse conmigo, y que yo acabase su tortura, como yo lo hice. Las olas hicieron el resto. Vi al final como pasaba a estado gaseoso, como se diluía, como sonreía. Yo sonreía.

No había suficiente espacio para los dos.



No comments: