Y por todos lados de las calles
por todas las veredas
por adoquines
todas aquellas braman sobre un dios muerto
Todas las luces de el puerto en la noche
y las de las calles, en mi Viña dormida
todos tintinean al son de lo inevitable
Porque claro, sus dioses y sus ciencias nos han llevado a esto
a esta crisis y debacle en la poesía
en la que importa mas pertenecer a un estilo
-o a no hacerlo-
que a escribir buena letra
Mientras tanto seguirán los bramidos por la playa
los quejidos, la agonía
de un dios en plena decadencia
Las calles casi carcomidas por los publicistas
y el odio en su apogeo en las vitrinas
las letanías de un sacerdote sombrío
y los rezos de una monja preñada
Todas señas
del claro apocalipsis
de por cierto
Gemían los gobiernos falsos
hechos dictaduras al solo miedo a las trompetas
eran ejecutados los de siempre
esos, que siempre regresan
acompañados por los malos poemas y canciones perras olvidadas
y remembranzas a la vieja bohemia perdida
ahora reemplazada por plástico, látex y pornografía
Los cuatro jinetes entraron a escena
venían en un city car
rockeando por la calle Marina
De entre los escombros de la ciudad prometida
aparecieron viejos locos como profetas
agazapado entre las grietas estaba un ejercito de ángeles
todos de luto
llorando la partida del dios muerto
Un profeta se regocijaba desde el fondo de la nada
nunca sospecharon que el estaba en lo correcto
Las cosas cambiaban en esta bahía rodeada de mentiras
Borges no sospechaba que así seria la partida
del dios de Berkeley.